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Amalia Domingo Soler

El mundo no nos devuelve más que aquello que le damos

Nació el 10 de noviembre de 1835, en Sevilla y desencarnó el 29 de abril de 1909 en Barcelona, víctima de una bronconeumonía que la postró con tuberculosis.

A los 8 días de su nacimiento quedó ciega. Pudiendo recuperar un poco de su vista a los 3 meses. A los 18 años empezó a publicar poesías; cuenta Amalia que ella respetaba y veneraba a su madre profundamente y permanecieron juntas hasta sus 25 años, cuando su madre falleció. Decide viajar a Madrid, pensando en un futuro mejor.

Al principio vivió bien en Madrid, trabajando de día y de noche. Mientras tanto, por forzar demasiado la vista en el trabajo, empeoró gravemente por lo que los oculistas le dijeron que si trabajaba una semana más quedaría completamente ciega. Amalia tiene contacto con un médico materialista que le decía que había unos nuevos locos que creían con la mejor fe del mundo que el Espíritu vive toda la eternidad, encarnando tantas veces como lo necesita en la Tierra y en otros mundos, adquiriendo conocimientos y perfeccionándose y pagando las faltas del pasado.

Al ver el interés de Amalia en estas personas se comprometió con ella a llevarle un periódico que recibía y que se llamaba El Criterio. Así lo hizo. Al día siguiente, le llevó el periódico y le leyó un artículo, tras lo que Amalia le dijo: «El Espiritismo es la verdad». A partir de ese momento cuenta Amalia que empezó a estudiar el Espiritismo y que una mañana en su casa empezó a sentir en su cabeza una sensación dolorosa y extraña. Y al mismo tiempo le pareció escuchar voces extrañas y confusas que decían: «¡Luz! ¡Luz!» y sin saber por qué empezó a llorar y sin darse cuenta miró al espejo y notó que tenía los ojos abiertos como hacía mucho tiempo no los tenía. A lo que Amalia preguntó en voz alta como si alguien pudiera contestarle ¿Habrá llegado la hora de recibir mi libertad? Y oyó un sí, con una voz muy lejana. En ese momento recobró la visión y salió corriendo para donde estaba el médico que le dijo que ya había recobrado su visión y que de ahí al futuro no podría esforzarse.

A partir de ese momento, Amalia empezó una nueva vida después de una vida de sufrimiento y de tantas carencias, encontró trabajo y se propuso seguir estudiando el Espiritismo. En ese entonces envió poesías a los periódicos El Criterio y La Revelación de Alicante. Tras lo que recibió invitación a escribir en los periódicos, publicando su primer artículo espiritista en el número 9 del año de 1872, en El Criterio titulado La fe espiritista. Así se puso en contacto con la Federación Espírita Española y leyó por primera vez una poesía dedicada a Allan Kardec el 4 de abril de 1874. A partir de entonces, directores y editores de revistas y periódicos espíritas le escribían pidiéndole trabajos; dice Amalia que lo que escribió en esa época le asombraba porque no tenía ni diccionarios, ni libros de gramática.

En 1876 se marcha a Barcelona donde empieza a trabajar, pero por un período muy corto de 3 meses cuando su visión empieza nuevamente a empeorar. Los compañeros del centro la convencen para que se dedique totalmente al Espiritismo, lo que hizo un poco a disgusto, quedando interiormente muy apenada por no poder ganar su sustento. Allí frecuenta el centro espírita La Buena Nueva, el cual dirige durante sus últimos 20 años de existencia.

Defensora del Espiritismo escribió innumerables artículos en distintos diarios, contestando a opositores de la Doctrina.

El 9 de julio de 1879, comienza a mantener contacto con el Espíritu Padre Germán. Él le dijo que estaría para ayudarle en sus escritos y que sería su guía. Los principales libros de Amalia Domingo Soler son:

  • Réplica a la escuela materialista;
  • El Espiritismo;
  • Un ramo de amapolas y una lluvia de perlas, o sea, un milagro de la Virgen de la Misericordia, 1868;
  • Memorias del padre Germán;
  • ¡Te perdono!: Memorias de un espíritu;
  • Ramos de violetas;
  • Memorias, 1891 y 1912;
  • Hechos que prueban;
  • Réplicas de Amalia;
  • La luz del camino;
  • Cuentos espiritistas;
  • Las grandes virtudes;
  • Sus más hermosos escritos.